- Que te vean leer (un libro, un periódico, una revista...). Los niños aprenden imitándote. Tu ejemplo es importante.
- Crea un espacio de lectura para ellos (un rincón en el salón, su dormitorio...).
- No los obligues a leer ni los castigues con la lectura, busca la manera de que lo hagan voluntariamente.
- Leed juntos de manera habitual. Un rato antes de dormir leyendo juntos crea lazos afectivos contigo y con los libros.
- Regálales un libro de vez en cuando.
- Cuéntales los cuentos o historias que recuerdes de tu infancia.
- Visita alguna librería para que miren los libros, los toquen, los elijan según sus gustos.
LOS DEBERES
Para ayudar a que
esta relación sea armónica y que a la vez el niño se beneficie de los
aspectos positivos de las tareas para casa, se proponen las siguientes
orientaciones:
- Además de asistir a
las reuniones es conveniente
comunicarse con el
tutor cuando sea necesario y hablar con él de cómo realiza el niño los deberes.
Además de que el profesor le puede aconsejar sobre cómo ayudarle, si fuera
necesario podrían llegar
a un acuerdo sobre la cantidad de deberes a realizar por el niño dependiendo
de sus dificultades, motivación, etc.
- En los primeros
cursos, preguntar diariamente al niño por los deberes, revisar con él sus
cuadernos (aprovechar para felicitarle por su trabajo) y comprobar que tiene
los deberes anotados en la agenda. Conforme el niño va adquiriendo autonomía
estas comprobaciones pueden espaciarse en el tiempo.
- El lugar de
estudio: Una regla básica es no hacerlos delante de la televisión, ya que es
una fuente continua de distracciones. Se necesita además un lugar tranquilo,
con buena iluminación, materiales de trabajo, etc.
- Es importante
consolidar el hábito de realizar los deberes diariamente. El día que el niño
no lleve deberes puede dedicar al menos algunos minutos a la lectura, organizarse el
cuaderno, buscar información sobre algún tema, etc.
- En relación a
cuándo hacer los deberes, no existe una hora más adecuada que otra. Sería
preferible llegar a un acuerdo con el niño sobre el momento de llevarlos a
cabo.
- Ese momento sí
debería respetarse y ser el mismo todos los días para favorecer el hábito.
- Si se ha elegido realizarlos después de la cena, habría que tener en cuenta
que el tiempo para hacerlos debería permitir media hora de juego y/o
actividades relajantes antes de irse a la cama.
- Por lo que respecta
a la cantidad de tiempo que un niño debería dedicar a los deberes, depende de la
capacidad y actitud de cada niño.
- Hay que procurar
que, dentro de lo que supone una actividad que puede ser difícil para el
niño, éste disfrute con la tarea y/o con su consecución o logros
alcanzados. Los padres pueden facilitar esto animando al niño.
- Niños con
dificultades de atención pueden necesitar periodos breves de descanso y/o
juego después de acabar una actividad y antes de iniciar la siguiente.
- Marcar con el niño el
tiempo máximo que puede estar haciendo los deberes. Es preferible que si
algún día ha hecho el remolón, se interrumpa cuando ha acabado el tiempo y
que se enfrente al día siguiente con su responsabilidad por no haberlos
acabado. De ninguna manera debe plantearse un tira y afloja que ocupe gran
parte de la tarde o vida familiar.
- Para aumentar
progresivamente el tiempo que el niño es capaz de estar con los deberes
puede resultar útil el hacer un gráfico con él y que vaya anotando cómo
aumentan los minutos de dedicación a la tarea. Establecer algún pequeño
premio motivará al niño a mejorar.
- Sería preferible que
fueran los dos padres los que se interesaran y/o apoyaran al niño; así
aumentará la motivación de éste hacia las tareas.
Niños tiranos
Cada vez abundan más
los niños maleducados
que con el tiempo serán
al crecer “niños tiranos”:
nadie les ha puesto reglas
para guiar su camino,
nadie les dijo que cuesta
lo bueno hasta conseguirlo;
y les basta una rabieta
para obtener un capricho,
con tal que los padres tengan
a su niño entretenido.
A la hora de las comidas
verás si se llega el caso
a la madre deprimida
o al padre haciendo el payaso,
para acabar al final
claudicando hasta el extremo
de que sólo comerá
de lo que quiera el pequeño;
pronto rechazan tomarse
en gotas o cucharadas
medicinas en jarabe
que les fueron recetadas;
aunque tengan mil juguetes,
todos están ya de sobra
y tan solo se entretienen
con una videoconsola.
En su casa mandarán,
lo que ellos quïeran se hace
y consiguen relegar
la voluntad de sus padres…
Si queremos acabar
con estos monstruos de niños,
la receta es educar
con firmeza y con cariño,
que, lejos de hacerles mal,
una normas muy sencillas
ayudan a madurar
y entender mejor la vida.
Todas las personas, de manera más o menos
consciente, disponemos de una amplia relación de cosas que consideramos
valiosas y por las que estamos dispuestos a esforzarnos y a perseverar. Todas
esas cosas (bienes, actitudes, maneras de actuar, ideas...) son lo que llamamos
valores. Son especialmente importantes porque son los indicadores que rigen
nuestra conducta.
Seguramente a todos los padres
nos gustaría que nuestros hijos compartieran con nosotros esa valoración de las
cosas, que asumieran los valores que nosotros consideramos importantes.
Nos da miedo que se equivoquen en algo tan importante, que consideren alguna
cosa como algo valioso y apetecible, y que en realidad no sea más que un
espejismo.
¿Hay alguna manera de
asegurar que mi hijo asuma unos valores realmente valiosos? O dicho de otra
manera, ¿puedo enseñar a mi hijo a apreciar los mismos valores que a mí me
parecen importantes? La respuesta es que sí, aunque naturalmente no se
puede asegurar completamente. Se puede afirmar que, si se intenta de manera
coherente, los resultados son apreciables. Por otro lado también conviene
asegurarse de que los valores que tenemos son realmente lo mejor que podemos
ofrecerle.
Nuestros hijos deben
vivir en un ambiente en que nuestras maneras de actuar dan testimonio de los
valores que intentamos comunicar.
Los niños, desde el primer momento, actúan imitando las conductas y actitudes que ven a su alrededor. Mas tarde, a través del lenguaje, llegan a comprender las razones por las que sus padres actúan así. Es muy importante el ejemplo que dan tanto el padre como la madre.
Los niños, desde el primer momento, actúan imitando las conductas y actitudes que ven a su alrededor. Mas tarde, a través del lenguaje, llegan a comprender las razones por las que sus padres actúan así. Es muy importante el ejemplo que dan tanto el padre como la madre.
Hay otros muchos ejemplos
e influencias que flotan en el ambiente (gran familia, amigos,
compañeros, profesores, medios de comunicación...) y que también penetrarán en
la inteligencia de nuestro hijo y en los modos de actuar que imita. Y como
quizás muchos de esos ejemplos e influencias sean negativos nos preguntamos si
podemos hacer algo para minimizar su influencia. Sin lugar a dudas la respuesta
es sí. Podemos hacer algunas cosas, como dedicar el máximo tiempo posible a la
convivencia familiar, y mostrarle nuestro cariño y aceptación habitualmente.
HOLA SOY CARMEN:MAESTRA YO LEO EN CASA EN COLE, PERO SIEMPRE CON MI MADRE.
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